¿Cuánto eres capaz de contener la respiración?
¿20 segundos…, 30 quizás? ¿Conseguirías aguantar sin respirar un minuto?
¿Y si te dijera que conozco (con nombre y apellidos) a personas que llevan toda la vida sin respirar?
Pero no una ni dos…, sino decenas.
No me preguntes cómo, pero el caso es que han conseguido sobrevivir durante muchos años sin oxígeno; oxígeno emocional.
Sí, ya sé que es difícil creerlo. Pero te hablo de mujeres clavaditas a ti. Tan iguales que, incluso, tú podrías ser una de ellas. Yo las llamo “estrellitas”, ¿sabes?
Estrellitas que, obligadas por su autoexigencia, fueron llenando su mochila con lastres emocionales. Y, poco a poco, terminaron echándose a la espalda todo el peso del mundo.
Es tal el tamaño de su carga emocional que ellas creen que han dejado de brillar.
Pero no. Lo único que pasa es que su mochila es tan enorme que eclipsa su brillo. No porque quisieran vivir/sentir así; sino porque están (auto)convencidas de que esa es su obligación. No saben hacerlo de otro modo.
Nadie les ha enseñado que, para sobrevivir, necesitan respirar.
Nadie les ha dicho que para vivir sus vidas –y no padecerlas– deben aprender a dispensarse ese oxígeno emocional que les haga la vida más fácil.
Nadie les ha mostrado cómo aquietar su autoexigencia, cómo gestionar sus emociones, cómo cuidar de su salud, tanto física como emocional.
Y lo cierto es que, en el fondo, no esperan más de la vida que lo que realmente se merecen: algo tan fácil y tan complejo a la vez como lo es vivir tranquilas.
Su salud física y emocional lo necesitan, tanto o más que ellas mismas. Y les piden a gritos que aprendan las herramientas adecuadas para gestionar esos pequeños grandes instantes en los que acumulan tanta carga emocional que terminan agotadas. Sin aire y sin energía. Exhaustas.
Por favor, si conoces a alguien en esta situación, no te olvides de decirle que esas herramientas existen, que las he recopilado en este libro titulado Eres humana. Que, aunque en ocasiones parezca que las emociones tienen vida propia y se mueven a su antojo, es posible darle al STOP justo entre lo que sucede y lo que sienten. Y que esa arma tan poderosa se llama GESTIÓN EMOCIONAL.
Y, si tú también conoces a alguna de estas “estrellitas”, háblale de lo afortunada que me siento de acompañar a otras personas como ella. De tener el honor de atestiguar cómo se dan –al fin– la oportunidad de aprender a manejar todas esas herramientas prácticas –y reales– que he seleccionado especialmente para ellas. Las mismas que les posibilitan aprender a convivir con su autoexigencia.
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